La repercusión de ‘Ella Ella’ -lanzada a finales de julio- ha sido notable principalmente en Estados Unidos y México, además de en España, y en varias de sus entrevistas tuvo el gusto de cantarla de nuevo en directo en este formato de piano y voz, causando un gran impacto y empezando a recibir muchas peticiones de incorporar esta versión a las plataformas digitales.
La versión acústica de ‘Ella Ella’ llega, además, acompañada por un nuevo vídeo… con una protagonista diferente: Betty Boop. Recordamos que el videoclip de la canción original nos trajo un concepto artístico y creativo muy claro fundamentado en mostrar que la realidad no es sólo como una la ve, sino que hay tantas realidades como personas, y construyó a un personaje misterioso que, lejos de ser estigmatizado como “la mala de la película”, llega a ser comprendido con empatía.
Betty Boop no es sólo una famosa pin-up animada creada a principios de la década de 1930 por Max Fleischer y Grim Natwick, sino también la representación de las luchas feministas. Tampoco es sólo sexy, es libre, lo pasa bien, es independiente, trabaja y es piloto como Amelia Earthart, la primera mujer en volar a través del Atlántico. Además, igual que las mujeres acaban de ganar el derecho a votar, Betty se postula para presidenta y gana. Como las flappers de los años 20s, esas jóvenes estadounidenses que desafiaban las convenciones sociales -incluidas las reglas de la moda- y sexuales, a Betty Boop no le importaba lo que las demás personas pensasen de ella, incluso siendo perseguida por hombres que demonizaban su cuerpo, en un momento en el que lo que imperaban eran las relaciones románticas y forzadas en la industria del cine. Pero ella no tenía nada que ver ni tan siquiera con el ideal de belleza que definían actrices como Marlene Dietrich o Greta Garbo en el recién inaugurado Hollywood.
Betty fue la primera heroína en plantear el acoso sexual en la industria del entretenimiento, abofeteando a un productor corrupto en un episodio de 1932, y esto la llevó directamente a aparecer en la portada del The New Yorker en medio del escándalo Weinstein, frente a un hombre de espaldas a la pared con una bata abierta.